Ryszard Kapuscinski
Aún recuerdo la primera vez que oí hablar de Ryszard Kapuscinski. Fue el primer día de clase en la Facultad de Ciencias de la Información. El profesor de Información y Comunicación Escrita solía empezar las clases leyendo algún fragmento de alguna obra escrita por un periodista o que tuviese que ver con el periodismo.
Aquel primer día de clase eligió esta frase: “Creo que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias. Y convertirse, inmediatamente, desde el primer momento, en parte de su destino. Existimos solamente como individuos que existen para los demás, que comparten con ellos sus problemas e intentan resolverlos, o al menos describirlos”
Aquel primer día de clase eligió esta frase: “Creo que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias. Y convertirse, inmediatamente, desde el primer momento, en parte de su destino. Existimos solamente como individuos que existen para los demás, que comparten con ellos sus problemas e intentan resolverlos, o al menos describirlos”
A continuación nos hizo escribir un texto que tenía por tema: ¿Por qué quiero ser periodista? Después de aquellas palabras era difícil explicar que siempre te ha gustado escribir, que te gustaría contar lo que pasa en el mundo a la gente, que crees que puede conseguirse un panorama mediático distinto.
Después de aquel primer día Kapuscinski volvía a aparecer en clase frecuentemente, pero no volví a leer nada suyo hasta que pasé una de esas típicas crisis de estudiante, en la que todos nos preguntamos si queremos seguir adelante con esto y si realmente el esfuerzo merece la pena. Entonces me compré Los cínicos no sirven para este oficio y volví a leer ese de: Existimos solamente como individuos que existen para los demás. Y se me pasó la crisis.
Leer todas y cada una de las obras de Kapuscinski es un auténtico regalo para alguien que ame contar cosas a los demás. Debería ser obligatorio escribir igual de bien que él y ejercer el periodismo igual de bien que él. Ser capaz de contar todos los detalles, saber siempre dónde hay que acudir, dónde buscar la información necesaria, ser capaz de jugarse el tipo por estar en el centro de la noticia. Renunciar a la comodidad de la vida en Occidente por irse al corazón de África a vivir otra realidad, mucho más pobre, más dramática y contarlo de una forma objetiva, reflejándola tal y como es.
La prensa mundial dijo en enero, con motivo de su muerte, que el mundo del periodismo había perdido al mejor periodista del siglo XX. Probablemente se quedaron cortos. Por suerte, nos quedaron sus libros, bellos reflejos del feo mundo que le tocó ver en África. Yo me quedo con eso. Con sus textos cargados de notas, de colores, de realidades y con su manera de ver el periodismo.
Para muchos, Kapuscinski es mucho más que el mejor periodista del siglo XX.
Después de aquel primer día Kapuscinski volvía a aparecer en clase frecuentemente, pero no volví a leer nada suyo hasta que pasé una de esas típicas crisis de estudiante, en la que todos nos preguntamos si queremos seguir adelante con esto y si realmente el esfuerzo merece la pena. Entonces me compré Los cínicos no sirven para este oficio y volví a leer ese de: Existimos solamente como individuos que existen para los demás. Y se me pasó la crisis.
Leer todas y cada una de las obras de Kapuscinski es un auténtico regalo para alguien que ame contar cosas a los demás. Debería ser obligatorio escribir igual de bien que él y ejercer el periodismo igual de bien que él. Ser capaz de contar todos los detalles, saber siempre dónde hay que acudir, dónde buscar la información necesaria, ser capaz de jugarse el tipo por estar en el centro de la noticia. Renunciar a la comodidad de la vida en Occidente por irse al corazón de África a vivir otra realidad, mucho más pobre, más dramática y contarlo de una forma objetiva, reflejándola tal y como es.
La prensa mundial dijo en enero, con motivo de su muerte, que el mundo del periodismo había perdido al mejor periodista del siglo XX. Probablemente se quedaron cortos. Por suerte, nos quedaron sus libros, bellos reflejos del feo mundo que le tocó ver en África. Yo me quedo con eso. Con sus textos cargados de notas, de colores, de realidades y con su manera de ver el periodismo.
Para muchos, Kapuscinski es mucho más que el mejor periodista del siglo XX.