Decir amigo...

Necesitábamos esa conversación como agua de mayo. Más que acabar los exámenes, que emprender nuestros distintos viajes, que salir una noche de copas. Sentarnos durante media hora y hablar de todo lo que no nos habíamos dicho y, por no decírnoslo, habíamos malentendido. Decirnos el uno al otro que nuestra amistad vale más que todo lo que tengamos y lo que podamos tener nunca, que nos merece la pena seguir adelante.

Quizá todo esto no nos lo dijimos así, con palabras, pero nos lo dijimos con un abrazo, con una mirada y un gesto de cariño, como a nosotros nos gusta.

Ahora sé que todo lo demás puede ir mal, que puedo sentirme sola y triste, pero que solo será una percepción mía, porque no lo estaré.

Que juntos somos el ave fénix que renace constatemente de sus cenizas, pero siempre juntos. Que yo le animo a seguir escribiendo y él me da a mí un motivo para escribir, más a menudo de lo que cree. Que uno va a necesitar algo y el otro removerá el mundo para dárselo. Que nunca más volveremos a dejarnos algo por decir en el tintero no permitiremos que la falta de comunicación (manda narices, con lo que hablamos) nos llevo a estar mal.

Todo eso y mucho más, que esta noche nos repetiremos.