El sabor agridulce de la crispación

Hace ya tres años que le conocí en aquel seminario sobre Al Qaeda. Estaba en 2º de carrera (parece que han pasado mil años). Sahagún nos dijo de él: "Es un tío brillante. Lo único malo es que trabaja en la COPE".
Cuando estábamos en la puerta, esperando para entrar, todos esperábamos al típico profe universitario entradito en años y en kilos y saltó la sorpresa. Resulta que por "tío brillante" se refería a un chaval de veintipocos que empezó a hablarnos del salafismo, del wahabismo, del Grupo Salafista de Predicación y Combate, del 11-m... y todo sin intentar convencernos de nada. Fue un seminario de brillante. Cada día iba ganándose un poco más a la audiencia femenina y una amplia mayoría de la masculina. Por su exterior y por su interior, que conste.
Desde entonces había vuelto a verle alguna vez: cuando fuimos a entregarle el trabajo sobre el seminario, cuando fuims a recoger el diploma acreditativo y en algún encontronazo fortuito en la facultad. Empecé a escucharle alguna mañana, pero me ponía mala con esa crispación tan copera que no para de olerme a incienso. Perdí la costumbre y me fui olvidando de él.
El otro día me crucé con él en el pasillo de nuestros departamentos (estamos pared con pared) y os diré que el chaval ha mejorado. Ha debido ir al gimnasio, porque ya llena el traje, lleva el pelo más largo. Vamos, que está muy bien.
También ha medrado en su trabajo. Ahora es directo y ha sustituido alguna vez a Federico. Me quedé flipada cuando lo leí en Internet.
Hoy he vuelto a cruzarme con él por accidente. Hola, buenos días. Hola, ¿qué tal? Y por esa absurda asociación de ideas me he acordado de ls azucarillos de Cuatroº y de los de la COPE que decía Joao. A mí suyos no me importarían. Sería un té con azúcar y un ligero toque de crispación. Está bien probar cosas nuevas, ¿no?